El por qué

Después de mucho resistirme, me abrí a otra herramienta para contactarme con mis semejantes, trataré de ser constante y publicar sólo textos propios.
La idea es presentar una visión crítica y artística de las cosas, el humor será generalmente negro, advertencia a la gente grave.
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miércoles, 22 de junio de 2011

BARES

Cada vez que leo a Bukowsky  o a cualquiera de esos escritores más borrachos que uno mismo, me dan ganas de meterme a alguno de esos bares con olor a antiguo, con borrachos viejos y una señora en la barra que alguna vez fue cariñosa, pero de tanto empujar a curados ñipas tiene la sonrisa reservada sólo para cumpleaños y algunas fiestas familiares. En Valdivia hay varios de esos, el más famoso es LaBomba donde hay parroquianos que fácilmente ganan en años a la suma de cualquiera de las mesas de patio de comidas del mall y dónde el olor a amoniaco de los baños es tan fuerte que parece que no los limpian desde que Lafourcade anduvo por ahí, cuando era club Radical. Hay otro más piola, a un par de cuadras del terminal de buses, el bar Pitín, un sucucho que parecía haberse perdido cuando instalaron un bar de cerveza y rock pesado, pero que finalmente no pudo competir con el peso de la historia y volvió a ser lo que siempre ha sido, una barra añeja, con 8 mesas con mantel de plástico y 2 borrachitos que a las 7 de la tarde se ponen a gritar y la Sra se aburre de escucharlos y los manda para la casa, los pobres juran que el bar cierra a las 19:30. Y todavía hay otro más, que descubrí una tarde que caminaba sin saber bien dónde iba, en realidad estaba a punto de orinarme encima y recorría los Barrios Bajos buscando un portón abierto o un árbol que cubriera mi intimidad y vine a dar en una esquina con una puerta semividriada de la que salían hálitos alcohólicos y sonidos de algún partido de fútbol retransmitido. Entré. Pedí una cerveza mientras pasaba directamente al baño y al salir llamé por teléfono a un amigo que me esperaba en la plaza con unas latas de cerveza, las que habían provocado en primer lugar mi necesidad de salir de ahí.
 
Bueno, a lo que iba, son muy buenos esos bares para ir solo o acompañado, permiten una distención especial en las conversaciones, por lo general hay historias en los muros, mesas y dependientes que vale la pena escuchar. La mayoría de mis amigos tiene historias legadas de sus padres e incluso abuelos relacionadas con alguna pelea mítica o un plato de propiedades curativas o afrodisíacas.  Y si vas solo y te sientas en una mesa arrimada a la pared, te enteras de la verdadera historia, del verdadero Folclor (no el folklore impuesto, el de verdad) y se conocen personajes admirables que hablan de sus tiempos de gloria mientras prácticamente mendigan una caña de vino o cerveza.

En resumen, para todo chileno que se precie de tal, es una obligación ir a La Bomba, el Guata Amarilla, el Bar Pitín y tantos otros que ni nombre conocido tienen. En ninguno de ellos encontrará una tranquilidad sanitaria al pedir algo para comer o llevarse el vaso a la boca pero le alegrará el alma sentarse ahí y respirar la historia y el verdadero Chile.
Saludos y nos vemos por ahí.

J.P.P.U. junio 2011

1 comentario:

  1. no conozco Valdivia...si he leído a Bukowsky y me pasa lo mismo que a ti...cada vez que entro a algún bar de "buena muerte" siento esto...
    gracias por escribir!

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